RECORDANDO A KI HYUNG LEE
“Perseverancia,
paciencia, disciplina, valor...” sabios consejos del campeón del
mundo de Tae Kwon Do, Ki Hyung Lee, a los niños y adolescentes
chiclayanos que se graduaron en marzo del 2003.
Decenas de niños portando
banderitas peruanas y coreanas recibieron al maestro Ki Hyung Lee en
el aeropuerto “José Quiñones Gonzáles”. Una cálida bienvenida
para un cálido ser humano.
El maestro de artes
marciales era un hombre que siempre tenía una frase amable y una
sonrisa en los labios, aquella tarde no fue la excepción.
El ilustre visitante
arribó a Chiclayo para participar en la graduación de los pequeños
deportistas lambayecanos que seguían sus pasos practicando el
milenario deporte del Tae Kwon Do que tiene como filosofía formar
mejores seres humanos. Un deporte olímpico digno del maestro Lee.
Por esa fecha, se forjaba
en Chiclayo el Club Lee Campeón del Mundo, una de los tantos que
hay en su honor por esa perseverancia, respeto y disciplina que
imponía a sus alumnos.
Aquella tarde del 28 de
febrero, Ki Hyung Lee, nos recibió con una amplia sonrisa que se
prolongó durante toda la ceremonia organizada en su honor en el
histórico local del Club de Tiro Chiclayo 77.
Un homenaje al maestro que
fue recibido con gran sencillez como sólo lo reciben los grandes
hombres que no necesitan halagos vanos sino verdades absolutas. Aquel
inolvidable día, el campeón del mundo nos demostró porque seguía
siendo el campeón para los cultores del arte marcial. Los aplausos
resonaron en cada rincón del local. Lee se ganó el respeto de sus
alumnos y nos robó el corazón.
Haciendo gala de su misión
de maestro, animó a los chicos a gritar a todo pulmón las palabras
que todo ser humano debe tener en cuenta en su vida: perseverancia,
paciencia, disciplina, valor.....Aquel día – estoy convencida- que
Ki Hyung Lee se sintió como en casa.
El día 1 de marzo,
prosiguieron las actividades. El maestro izó el pabellón del
Gobierno Regional de Lambayeque. Lee estuvo junto a las autoridades
con la misma sencillez que los caracterizaba. Minutos después se
despojo de su ropa formal y con su uniforme blanco se confundió
entre las decenas de niños y jóvenes que lo esperaban en el
Club de Tiro 77. Después de los ejercicios y demostraciones de
rigor, dio el visto favorable para el ascenso.
La despedida al amigo y
maestro fue con un almuerzo de confraternidad donde el campeón del
mundo degustó cebiche y cabrito, platos tan chiclayanos como sus
anfitriones.
El maestro admiró nuestra
milenaria cultura en una visita al Museo Tumbas Reales de Sipán, y
se fue con un hasta luego que se convirtió en un hasta siempre la
tarde del 9 de enero del 2004 cuando las noticias dieron cuenta de su
cruel asesinato.
La muerte del maestro Lee
no tuvo explicación.
Cómo entender que unos desadaptados acabaron
con su vida por un fajo de billetes, cómo entender que el campeón
del mundo no tuvo ni siquiera la oportunidad de defenderse porque fue
acribillado en su vehículo con el cinturón de seguridad puesto, y
cómo explicar a los niños y adolescentes que su maestro partió
como parten a diario decenas de peruanos en manos de los delincuentes
que ponen en zozobra a todo el país. Preguntas difíciles de
responder.
Hasta siempre maestro Lee, el mundo perdió a un gran
hombre pero el cielo ganó una extraordinaria alma.
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