El olor del laurel
Cada vez que paso por una plantación de laurel su olor me remonta a mi niñez, a la casa de la abuela Candelaria. En su patio había una planta que se erguía victoriosa con su inconfundible perfume y el rosa dominante de su flor, daba color y vida a esta área reservada para la lavandería. En los días de sol, el perfume del laurel se entremezclaba con la humedad que afloraba de un tanque lleno de agua donde almacenaba el líquido elemento debido a que el servicio era restringido, y suministrado por horas. La abuela vivía en una casona de adobe de tres pisos, semi construida, enclavada frente al parque principal de la ciudad, donde funcionaba una farmacia con una clientela fiel y cautiva que confiaba en sus recetas y consejos médicos. En las tardes, el lonche era infaltable, el oloroso café y los panecillos calientes colocados en una cesta de plástico se ofrecían en la larga mesa que usualmente tenía visitantes, entre amigos y familiares que llegaban de pura "casualidad" a la hor...