EMPEZAMOS A EXTRAÑAR AL COMANDANTE HUMALA


¿Hacia dónde vamos?, Es la pregunta que nos hacemos los peruanos. El Presidente Ollanta Humala sigue enmudecido evitando hablar de los privilegios carcelarios de su hermano Antauro con el argumento poco válido que no habla de temas familiares porque tiene que gobernar para 30 millones de peruanos.

El presidente del Consejo de Ministros, Oscar Valdés, refiere que para el mandatario de la Nación el caso de Antauro es un tema “menor” a cargo del Ministro de Justicia por lo que no debería ser la discusión central del Perú.

Frente a este panorama político- que dicho sea de paso le ha restado seis puntos de popularidad- Humala comete un grave error al centrar su discurso en otros temas, desoyendo el clamor de muchos peruanos que esperan que al menos el Jefe de Estado de signos de honestidad y transparencia, demostrando que ambas palabras no sólo formaron parte del discurso de su campaña, sino que son el eje central de sus acciones de Gobierno, deber moral que asumió con el país, y en especial, con sus votantes.

Se equivocan al decir que el caso Antauro es un “tema menor” cuando el gran privilegiado es nada menos y nada más que el hermano del presidente del Perú, mientras cientos de miles de compatriotas también privados de su libertad, viven hacinados, en condiciones carcelarias infrahumanas y un sistema carcelario caótico, donde los encargados de su custodia – agentes del INPE- ganan sueldos de hambre caldo de cultivo para la corrupción.

Tildar de “tema menor” y “asunto familiar” el caso Antauro, es decirle, al país que el hermanísimo tiene carta libre para hacer lo que le apetece, desde recibir visitas femeninas a toda hora del día hasta usar tecnología de punta para sus comunicaciones privadas y presuntas influencias y negociados al interior del Gobierno, porque quiérase o no, los Etnocaceristas, movimiento que lidera el encarcelado, se creen con derecho a participar de este Gobierno, porque su apoyo en campaña electoral fue por decir lo menos "relevante".

Si el jefe de Estado no pone fin a los privilegios familiares - que por cierto no constituyen cuestiones de Estado pero sería una muestra de decencia y honestidad - su popularidad seguirá decreciendo y su figura se debilitará a poco menos de un año de gobierno, donde los problemas medulares de la sociedad como la delincuencia sigue latente, creciendo y cobrando más víctimas inocentes cada día.

Empezamos a extrañar al Comandante Ollanta Humala, si al candidato de la campaña electoral que con don de mando, energía y a viva voz exclamaba en sus mítines políticos, que si el pueblo le daba su respaldo iniciaría una tenaz lucha contra la delincuencia y las malas prácticas de gestión pública que conllevan a tener un sistema estatal lento, burocrático y corrupto. El Comandante si hubiera marcado la pauta para luchar contra la corrupción, pero lamentablemente el Presidente no lo está haciendo para decepción de los 30 millones de peruanos para quienes gobierna.

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