INVITADOS AL BANQUETE DEL SEÑOR

Jesús hablaba en parábolas para explicar con ejemplos sencillos, cotidianos y lenguaje coloquial su misión evangelizadora. Sólo para aquellos que quisieran escucharla.

Han transcurrido más de dos mil años desde su paso por la tierra y su palabra sigue siendo oída por millones de seguidores que fieles a sus creencias buscan descifrar su mensaje.

La palabra viva de Jesús contenida en las Sagradas Escrituras tiene la misma fuerza, energía y connotación que en el pasado. Por ello, se dice que la palabra de Dios tiene poder.

Aunque cada seguidor lo interpreta a su manera, en las misas dominicales los sacerdotes buscan adecuar el mensaje bíblico con las actividades cotianas del presente siglo.

En el Evangelio de hoy martes XXXI del tiempo ordinario, Lc. 14,15- 24, Jesucristo habla de la parábola del gran banquete.
«Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

Nos preguntamos cuántas veces el Señor nos invita al banquete de la Eucaristía y lo rechazamos por flojera, por diversión o por indiferencia. Lo más relevante es que Jesús se quedó entre nosotros, en el pan y vino consagrado, custodiado en el altar de cada iglesia.

No necesitamos recorrer cientos de miles de kilómetros para hallarlo, está más cerca de lo que imaginamos. Sólo nos falta decisión para acudir al llamado del banquete, sentarnos junto a él y nutrirnos del Espíritu Santo, de aquella energía celestial, que nos hará mejores cristianos.

Recordemos que cada domingo tenemos una cita con el Señor, el nos estará esperando con los brazos abiertos con la paciencia, la humildad y el amor que lo caracteriza. No rehusemos su gentil invitación.

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