Y AHORA....¿QUIÉN PODRÁ SALVARNOS?
La
criminalidad avanza incontenible sin que nadie pueda hacer algo para
deternerla. No hay día en que no se produzca un robo, un asalto, un
secuestro o un asesinato.
La
noticia de la muerte de tres policías delincuentes reducidos en un
enfrentamiento por sus pares para evitar el secuestro de un
empresario, pone una vez más el dedo en la llaga y hurga en la
miseria de una institución en crisis.
Para
nadie es un secreto que la corrupción campea en la misma Policía
Nacional, que sus miembros se "ganan un sencillo" cada vez
que tienen la oportunidad de hacerlo y que incluso malas lenguas
señalan que los de menor rango lo hacen para "llenar" la
bolsa de su superior.
Si
la institución encargada de velar por la seguridad de todos los
peruanos se colude con la delincuencia y linda con lo ilegal, qué
esperanza tenemos que los índices delincuenciales puedan reducirse
para tranquilidad de la ciudadanía.
Frente
a las estadísticas que revelan la sensación de inseguridad en las calles, los responsables siempre tienden a minimizar
los hechos y a culpar a los medios de comunicación por armar tanto
barullo, queriendo con ello matar al mensajero que trasmite el
mensaje.
Como
en el alcohol para abordar con seriedad la necesidad de iniciar una
reforma policial y un cambio urgente, es vital reconocer primero que
existe un problema al interior de la institución que debe ser
afrontado sin evasivas. Sólo después de mejorar al interior podrán
salir al exterior a cumplir con eficiencia su labor de brindar
seguridad al ciudadano que sólo pide paz y tranquilidad.
Algunos
dirán que exagero los hechos, que existen buenos policias que
visten con orgullo el uniforme, que hacen respetar las leyes, que son
virtuosos y que su honestidad es a prueba de balas. Ni que duda nos
cabe, así como hay malos elementos también hay buenos policias que merecen
nuestro respeto.
Sin
embargo, el problema va más allá de esta lógica. Lo cierto es que
ya casi nadie confía en la Policía Nacional, que cuando vemos a un
efectivo deteniendo un auto para revisar si la documentación está
en regla, maliciosamente pensamos que es para "arreglar" o
que ya se acerca una fiesta importante como Navidad, fiestas patrias,
Santa Rosa de Lima, etc.
La
crisis de la institución, como la inseguridad ciudadana, se respira
en el ambiente. Cuando uno acude a una
comisaría, no hay ni papel para formular la denuncia y si quieres
una copia de la misma la hacen más larga con el afán de cobrar un
sencillo por agilizar el trámite que por derecho te corresponde.
Lo
cierto es que nos sentimos huérfanos de protección, cuando salimos
de casa no tenemos la certeza si nuestro patrimonio estará a salvo o
lo peor de todo si regresaremos vivos, si acaso tuvimos la mala
suerte de cruzarnos con un criminal.
Ojalá
y nuestras autoridades tomen cartas en el asunto, o como en las
películas del Viejo Oeste todos terminaremos armados para defender
nuestra vida a fuego y sangre.
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