MI TÍO ALEJITO



Fue el primer vendedor de jugos de la Ciudad de San Ignacio, su baja estatura, su abdomen circular y sus grandes zapatos, hicieron de él un singular personaje llamado don Alejo Paz. 


Para nosotros, siempre fue el tío Alejito en cuya juguería no sólo disfrutamos de un sabroso jugo de plátano y papaya- los más cotizados por cierto- sino de una charla amena y coloquial. Me atrevería afirmar que fue el primero en utilizar una licuadora en toda la ciudad. Su ruidoso sonido alertaba de la preparación de una bebida de frutas con la pizca exacta de la famosa algarrobina y miel de abeja que custodiaba en grandes pomos de vidrio.


Era usual ver las bancas de su juguería repletas de asiduos consumidores en su mayoría hombres de campo aprovisionados de sombreros para protegerse del inclemente sol. Un juguito calmaba la sed y los proveía de nutrientes que difícilmente encontraría en los productos del campo. Su juguería, como él, era singular. Licuaba los jugos en el frontis del local que alquilaba y los usuarios bebían en los exteriores. Todo al aire libre.

En las tardes solía concurrir a la farmacia de la madrina Candelaria para tomar el lonchecito de rigor con café caliente y pan de manteca. Lo recuerdo evocando sus viajes a Lima donde deleitaba de un sabroso bisteck con papas fritas, en compañía del carismático tío Juan Daniel, un hombre opuesto a él, corpulento, alto y de voz varonil.


Su mal humor se disipaba con su contagiosa risa, jamás se le conoció pareja, aunque en algunas ocasiones puso a prueba sus dotes de gran galán . De seguro tendría su corazoncito. Con el tiempo llegaron juguerías más modernas que desplazaron al pionero en la preparación de bebidas naturales. Como no tenía local propio deambuló por diversos espacios, ubicándose el último a la salida de la ciudad. 


Solo la vejez lo obligó a replegarse a sus cuarteles de invierno, muriendo tiempo después. El tío Alejito fue siempre un hombre solitario que supo sobrevivir ante la adversidad y la poca fortuna, hallando ingeniosamente un oficio digno y acorde a su personalidad. Siempre estarás en nuestra memoria,  querido tío, ahora imagino que los lonches con la madrina Candelaria son en el cielo donde volvieron a reencontrarse para continuar las largas charlas que solían compatir cada día antes de la caída del sol.

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