MI PADRE Y EL REAL FELIPE


Mi padre no pudo contener la emoción al recordar los días vividos en el cuartel del Real Felipe cuando le comenté que había visitado la fortaleza ahora convertida en un histórico museo administrado por el Ejército Peruano.

Una ráfaga de recuerdos llegaron a su mente y la tristeza se apoderó de él al rememorar que sirvió a la Patria siendo menor de edad por decisión de su padre, un cuzqueño viudo que quedó atrapado por el amor de otra mujer.

Al Cuartel del Real Felipe llegaban sólo los instruidos, aunque se les filtró un soldado de la sierra que no sabía leer ni escribir, cuenta a manera de anécdota.

Refiere también que fue recluido en las mazmorras cuando en cierta ocasión mientras barrían los ambientes, un oficial descubrió polvo en un espacio dejado por la descordinación de las cuadrillas.

En otra ocasión, indica que mientras hacía guardía se quedó dormido precisos instantes en que su fusil le fue sustraído. “Cuando desperté no tenía el arma y como sabía que sería castigado acudí en su búsqueda logrando recuperarla. Cuando llegó la revisión la mostré con orgullo mi fusil. Entonces el castigo fue para el que malinformó al cabo”, agrega riendo.

Mi padre fue desde soldado raso hasta sargento. Estuvo cerca de dos años sirviendo al Peru y debido a que en una carta escribió que se sentía orgulloso de servir al Perú siendo menor de edad fue asignado a tareas administrativas. “Entendí que la única manera de sobrevivir era destacando entre los demás”, refiere. Por ello, en sus ratos libres aprendía todo sobre armamento militar.

Señala que en cierta ocasión, el presidente Odría visitó el cuartel, siendo recibido por los más altos oficiales. Lo describe como un hombre blanco y de ojos verdes, y a quien no le favoce mucho las fotos existentes en los libros de historia. Fue elegido entre tantos soldados para apoyar la cena en su honor. También señala que el cuartel fue utilizado como prisión de los militares infractores. “Cuando podía les llevaba un poco de comida”, refiere.

Me describió cada ambiente como si aún permaneciera en él. Su prodigiosa mente le permite citar nombres y fechas con una precisión extraordinaria. En el Real Felipe se quedó parte de su juventud y sus recuerdos son imperecederos.

Años después regresó cuando la fortaleza fue convertida en un museo con los cañones, momumentos, armas y hazañas que rememoran la historia del Ejército Peruano, aquel Ejército de Francisco Bolognesi y del Soldado Anónimo que se erigen en este recinto militar.

Desde este frente se peleó el Combate Dos de Mayo, recuerda mi padre, sintiéndose orgulloso de haber sido parte de los hombres que pasaron por el Real Felipe sirviendo a su país con amor y valentía. Aunque la vida militar nunca lo sedujo estoy convencida que su paso por el Real Felipe marcó el rumbo de su existencia.

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