A DOS AÑOS DE LA MEGA INVESTIGACIÓN…. LA OTRA VERDAD




A dos años de iniciada la mega investigación de la presunta red criminal “Los Limpios de la Corrupción”, más allá de la cobertura, espectacularidad y repercusión periodística de días, meses y años; observo injusticia, indolencia, abuso de poder, mezquindad, ensañamiento, trato desigual y soberbia tanto en los defensores de la legalidad como en los garantistas de la ley. 

En ese contexto, no importa que las presunciones sean descabelladas, novelescas y fantasiosas, no interesa que las resoluciones no tengan sustento o que no estén bien motivadas, como dicen, los letrados; no importa si las acusaciones se han desvanecido con la confrontación de otros testigos, no importa si el levantamiento del secreto de las comunicaciones telefónicas derivaron de un proceso que no tenía nada que ver con los ex funcionarios de la MPCH.

Tampoco importa si se usaron documentos fraguados para sustentar incautaciones o si en la audiencia de prisión preventiva se tomó el nombre de otras instituciones del Estado para simular un trabajo de inteligencia bien organizado, y que, finalmente dichas instituciones negaran tal participación en base a las cartas notariales enviadas por la defensa de los imputados.

En esta investigación, en la que se ha hecho tabla rasa con el principio de  presunción de inocencia, sólo importa que aquellos que están encarcelados, no recuperen su libertad, porque son los conejillos de indias, los “trofeos” de guerra en la lucha anticorrupción, porque mantenerlos tras las rejas les ha permitido conseguir denominaciones memorables como “zares anticorrupción”, lavarse la cara y reciclarse, ganar titulares, fama, ostentar cargos y un aparente reconocimiento público. 

En esta investigación mediática, en la que se habla de 170 imputados, no interesa que los delincuentes confesos amparados en un código estén libres, acudan a las instancias judiciales a darse apretones de manos y abrazos con los investigadores, no importa que existan rumores de pagos por su libertad, no importa que tengan más delitos que los previstos en el Código Penal, que hayan devuelto bienes, que hayan “negociado” todas las obras que se hicieron en Chiclayo, que hayan mentido según su conveniencia y que tengan mayor responsabilidad que los funcionarios de menor rango que purgan carcelería. 

Si se pudiera sopesar en una balanza las responsabilidades de cada quien, ésta se inclinaría por aquellos colaboradores cuyo único interés es “salvar su cabeza” sin importar las consecuencias de sus testimonios, de sus dichos y de sus medias verdades.

A dos años de iniciada esta investigación, observo a madres ancianas, padres ancianos, esposas, hijos, hijas y hermanas y hermanos, acompañar el viacrucis de sus familiares privados de su libertad, con valentía, coraje y dignidad; sin importar el sol, el frío, la tediosa espera, las restricciones a su vestuario y a las comidas de los domingos o sábados de visita.  

Observo extremadas muestras de solidaridad, amor y paciencia. He visto a padres partir al otro mundo con la tristeza de dejar a sus hijos privados de su libertad.

Observo que los “amigos” que los acompañaban y adulaban mientras ostentaban un cargo público se han ido o se han reducido a conocidos de vista. Veo que las puertas que antes estaban abiertas hoy se cierran por miedo, por temor o por conveniencia.

Veo el sufrimiento en los niños y niñas que desconocen la situación jurídica de sus padres, que extrañan su presencia y que no comprenden los motivos de su prolongada ausencia. Veo las carencias de un sistema carcelario colapsado e inhumano que no ofrece las condiciones para una verdadera resocialización.

Veo un proceso sin garantías para los imputados privados de su libertad, veo una justicia ancha para los que acusan a otros y angosta para los que defienden su verdad, veo que la presión social  es más  fuerte que la razón y la verdad. 

Veo una justicia carente de principios, de ética y moral. Se pelea contra molinos de vientos, con seres humanos dueños de la verdad, infalibles y todopoderosos. Es una lucha desigual donde la pita – como siempre- terminará rompiéndose por el lado  más débil, donde justos pagarán por pecadores y donde los chivos expiatorios ya están purgando prisión porque ya fueron “condenados” bajo la fachada de caso complejo. 

Después de dos años, festejarán la caída de la presunta red “Los Limpios de la Corrupción” aunque la miopía les impida distinguir con claridad quiénes son culpables y quiénes son inocentes, quiénes deberían estar en prisión y quiénes deberían estar libres, y hacer un verdadero mea culpa de los errores, exabruptos y excesos porque  el espectáculo debe continuar hasta que  bajen  el telón para recibir el sonoroso aplauso de la platea que les hará redimir sus penas y levantar su alicaído prestigio.

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