LAS NUBES DE MI CHICLAYO
Desde el inicio de la temporada de lluvias, el cielo chiclayano se halla inundado de nubes de diversas formas y volúmenes. Aunque antes no era habitual mirar al cielo porque casi siempre nos topábamos con un sol radiante, hoy es casi una necesidad distraer nuestra mirada en el firmamento para predecir una nueva tormenta.
El cambio climático
ha hecho que nuestro cielo migre a un cielo serrano, cargado de gotas
de agua en suspensión que amenazan con precipitarse en cualquier
momento. Las divisamos desde tempranas horas y las despedimos al
atardecer. Hay blancas como la nieve, otras de oscuro presagio que
nos llenan de temor.
Los chiclayanos
fungimos de meteorólogos cuando las auscultamos advirtiendo que si
una gran nubosidad cubre el este, sur o norte, está lloviendo en tal
o cual ciudad, nos alegramos si están dispersas, nos preocupamos si
se concentran, y aún más, si oscurecen el día.
Mi hija juega con
ellas tratando de descubrir figuras que se forman según su
imaginación, divisa desde rostros hasta animales, disfruta con sus
formas y colores, algunas blancas como el algodón o la nieve.
La tarde del 14 de
marzo, la aparición de una nube apocalíptica acompañada de fuertes
vientos, alarmó a los chiclayanos. La masa se desplazaba velozmente.
Se advertía una tormenta. El agua se precipitó con furia,
acompañada de truenos y relámpagos, para alivio la lluvia duró
poco.
Al día siguiente
los expertos del SENAMHI dijeron que se trataba de una nube de tipo
Cúmulo-Nimbus Arcus, que se forma por movimientos fuertes de
aires ascendentes, así como la humedad y una fuente de calor en la
superficie.
Lo cierto es que las
nubes siguen siendo el atractivo de la ciudad nos hemos acostumbrado
a su presencia, son parte del paisaje y seguro nos seguirán
acompañando en este período lluvioso que seguirá a lo largo de la
costa.
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