“IN MEMORIAM” A WALDO ROJAS

Se fue un domingo en la tarde de manera inesperada. Su partida dejó mucho dolor en su familia, amigos y compañeros que tuvieron la suerte de compartir con él un pedacito de su existencia.
De contextura gruesa, sonrisa bonachona, discreto y callado, así era Waldo, un médico cirujano, que hizo de su profesión un apostolado, por su paciencia, trato humano y profesionalismo con que atendía a cada uno de sus pacientes.
No le inquietaba ni la pena ni la gloria, su pasión por la buena comida y bebida hizo de él un chef de exquisita sazón que ponía en práctica cada domingo familiar.
Era un hombre de pocas palabras pero de grandes ideales, que tal vez se vieron reprimidos por la lentitud y la burocracia de la administración pública donde se desempeñó como funcionario del Sistema Integral de Salud (SIS).
Su espíritu emprendedor lo llevó a gerenciar su empresa familiar donde demostró capacidad y eficiencia, pese a ser el menor de siete hermanos, de quienes se ganó su admiración y merecido cariño.
Waldo vivió con dignidad. Fue un buen hijo, un buen esposo y un buen padre, y nadie entendió su repentina partida hasta la sabia explicación del reverendo padre Ricardo Guerrero: “partió pronto para no ser corrompido por el mundo”. El cielo necesitaba un alma pura y Dios lo escogió a él.
Han trascurrido tres años desde aquel fatídico domingo que preferimos olvidar. La tristeza y la pena se borrarán con el tiempo y sólo quedará el infinito agradecimiento a la vida por haberlo conocido.
Romina, Waldito y Claudio se sentirán orgullosos de haber tenido un padre como él; al igual que su compañera de toda la vida, Chabuca a quien eligió para ser su amada esposa.
Su recuerdo nunca morirá y para los suyos seguirá presente como un eterno ángel guardián.

Descansa en paz, estimado amigo, cuñado y compadre.