TE FUISTE CON LA MALETA LLENA
El día de tu partida, padre mío, nada me hizo presagiar que sería el último. Lamenté por días no haber llegado a tiempo para sostener tu mano en ese tránsito de la vida a la muerte. Ahora creo, padre mío, que no lo necesitabas. Tenías la maleta llena de buenas acciones, a tu lado a la Santísima Virgen Maria Auxiliadora y esperándote a mi hermano Luis Alberto, tu primogénito; y a la abuela Daría, tu madre, a la que no veías desde los 13 años. No te fuiste solo. Ahora creo, padre mío, que aquella tarde estuve en el lugar indicado, arrodillada en el Altísimo de la Catedral elevando una oración por tí y mi madre. Aquel día, padre mío, te fuiste con la maleta llena de nobles acciones y, aunque la Biblia dice que tu mano derecha no debe saber lo que hizo la izquierda, fuimos testigos de tu enorme generosidad. Te fuiste con la maleta llena por la suma de gestos solidarios que acumulaste a lo largo de tus 85 años, gestos reconocidos por propios y extraños. Nos diste