TE FUISTE CON LA MALETA LLENA




El día de tu partida, padre mío, nada me hizo presagiar que sería el último. Lamenté por días no haber llegado a tiempo para sostener tu mano en ese tránsito de la vida a la muerte.

Ahora creo, padre mío, que no lo necesitabas. Tenías la maleta llena de buenas acciones, a tu lado a la Santísima Virgen Maria Auxiliadora y esperándote a mi hermano Luis Alberto, tu primogénito; y a la abuela Daría, tu madre, a la que no veías desde los 13 años. No te fuiste solo.

Ahora creo, padre mío, que aquella tarde estuve en el lugar indicado, arrodillada en el Altísimo de la Catedral elevando una oración por tí y mi madre.

Aquel día, padre mío, te fuiste con la maleta llena de nobles acciones y, aunque la Biblia dice que tu mano derecha no debe saber lo que hizo la izquierda, fuimos testigos de tu enorme generosidad.

Te fuiste con la maleta llena por la suma de gestos solidarios que acumulaste a lo largo de tus 85 años, gestos reconocidos por propios y extraños. Nos diste una lección de vida.

Acogiste en tu hogar, a un niño con labio leporino y paladar hendido, a quien no conocías, y lo cuidaste después de aquella riesgosa operación. Ahora entiendo padre mío, que a través de Jorgito, viste a la humanidad entera carente de amor. Te conmovió su triste historia.

Te solidarizaste con la Asociación De Pintores Con La Boca Y Con El Pie, cuyas tarjetas de Navidad y Día de la Madre, llegaron dirigidas a tí sin ninguna explicación, retribuyendo la correspondencia con el respectivo óbolo. Admirabas su arte pero en especial su fortaleza.

Cuadriplicaste el apoyo a un hombre privado de su libertad, al que nunca habías visto, recibiendo una carta de gratitud que conmovió tu corazón.

Jamás negaste un sol aquel anciano que diariamente tocaba tu puerta para pedirte su mesada por trabajos inexistentes. Respondiendo a nuestras críticas, que ese hombre era "Dios".

Te fuiste con tu maleta llena de buenas acciones porque eras un hombre íntegro, justo y solidario.

Padre mío, tu corazón dejó de latir, pero tus buenas acciones han quedado grabadas en el alma. Viviste con dignidad.

Muchísimos años atrás, decidiste no dejarte vencer por una grave enfermedad, ahora comprendo que tuviste la fortaleza de volver porque tus hijos aún pequeños te necesitábamos. Nos ahorraste el dolor de verte morir tempranamente.

Partiste ahora cuando ya somos adultos con la capacidad de comprender que la vida tiene un principio y un fin, que todos cumplimos un ciclo de vida y que tenemos una fecha destinada para nuestra partida que solo Dios lo sabe.

Padre mío, somos la continuación de tu existencia, sólo esperamos estar a tu altura y vivir como lo hiciste tú: con sabiduría, dignidad, honradez y generosidad.




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