HISTORIA DE UN TAXISTA


Un taxista que me condujo a la emergencia del Hospital Heysen me confesó que había votado por Ollanta Humala para que acabara con la delincuencia que cada día va ganando más terreno en nuestra sociedad. “Nadie está seguro en ninguna parte”, sostuvo con preocupación. Y es que con conocimiento de causa me contó que fue víctima de asalto un año atrás. Delincuentes haciéndose pasar como pasajeros le tomaron una carrera y lo asaltaron en pleno trayecto. Le robaron su único medio de trabajo y lo arrojaron moribundo carretera a San José. El hombre del volante señaló que sorteó la muerte por gracia de Dios. Pero su mayor pesar vendría más tarde cuando acudió a denunciar el hecho a una comisaría. Lo hicieron regresar una y otra vez para asentar la denuncia y recibió la mayor indiferencia cuando pidió apoyo para recuperar su unidad. Pagó 4 mil soles por el vehículo de su propiedad. Ha perdido la confianza en la institución policial y no es para menos. Cada vez que un pasajero aborda su vehículo lo mira con singular desconfianza. “Lo mismo sucede con los pasajeros. Tienen el mismo temor con los choferes, pues no saben si se tratará de un ladrón que los despojará de sus pertenencias”, refirió el hombre quien concluyó nuestra conversación al llegar a mi destino. Esta historia es casi repetitiva en nuestra ciudad. Historia de choferes asaltados que sortean la muerte día a día porque nunca sabrán a ciencia cierta cuándo subirán a sus victimarios. Policías indiferentes ante las denuncias de los ciudadanos que encuentran poco o casi nulo apoyo de quienes tendrían la responsabilidad de custodiarlos. Tal vez Humala no solucione este álgido problema, tal vez se acreciente cada vez más y tal vez tengamos que seguir escuchando más historias como éstas.

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