LOS GALLINAZOS NUESTROS


Chiclayo tiene como ave emblemática a los gallinazos, sí aquellos pájaros de cabeza negra que encontramos en las esquinas husmeando entre la basura y poblando los techos del centro histórico de nuestra ciudad, especialmente en la Iglesia Santa María Catedral, Palacio Municipal y el ex Hotel Royal, hoy Centro Comercial Ripley, infraestructuras también emblemáticas de la Ciudad de la Amistad.
Los gallinazos son considerados un peligro de alto riesgo por las líneas de aviación comercial y militar al invadir el espacio aéreo. Incluso, algunas aves han ingresado a las turbinas de los aviones en pleno vuelo causando algunos percances. Si bien los incidentes no llegaron a mayores, las autoridades regionales y locales plantearon su erradicación.
Sin embargo, ¿la ciudad de Chiclayo sería la misma sin sus gallinazos?, pregunta que nos hacemos las personas comunes y corrientes que a diario nos topamos con estas especies que aletean en los basurales de las esquinas de nuestras casas.
Veamos que tan necesarios son los gallinazos motivo de inspiración para el literato peruano Julio Ramón Ribeyro en su obra de lectura obligatoria "Los gallinazos sin plumas".
Los párajos de cabeza negra – que existen en Chiclayo- reciben el nombre científico de "Coragyps atratus". Coragyps es una combinación del Griego Korax = Cuervo, y Gyps = Gallinazo. Y Atratus del Latín = "vestido de negro o luto". No son consideradas aves rapaces porque sus garras y picos son débiles, por ello no pueden matar a una presa.Pasan la mayor parte del día planeando, buscando las corrientes ascendentes de aire caliente. Detectan su comida principalmente por su vista. Nadie explica cómo pero los gallinazos otean la carroña a miles de pies de altura. Tal vez, esta sea la explicación para haber elegido a la Ciudad de la Amistad como su cálido hogar, dada la gran catidad de basura, que ésta acumula no sólo en las extensas pampas de Reque sino en cada esquina de sus calles y avenidas.
El periodista Miguel Godos Curay, en un artículo publicado en el Regional de Piura, titulado "Gallinazo, no come gallinazo", incluye hasta los beneficios farmacológicos de esta ave. Es así que las abuelas recomendaban las cenizas de las plumas de gallinazo en la bebida favorita de los borrachos para curarlos de por vida. También recetaban el corazón de gallinazo mozo en ayunas para sanar la epilepsia. Y lo más anecdótico, decían que guiñar el ojo a un ganillazo en pleno vuelo acababa con el mal de orzuelo.
Según la cuenta de Facebook, de la Organización en Pro de los Gallinazos, éstas son aves vulnerables a los maltratos de los humanos que no tiene ninguna justificación.
"Los gallinazos se encargan de descontaminar el medio comiéndose a los animales en descomposición, ayudando de esta forma a tener un ambiente sano libre de olores fétidos".
Los gallinazos son los únicos vertebrados exclusivamente carroñeros. En muchos ecosistemas son los principales carnívoros debido a su eficacia en encontrar y consumir cadáveres. Tienen una impresionante habilidad para eliminar toxinas bacterianas de la carne en descomposición.
Abraham Valdelomar en su ensayo sobre la "Psicología del gallinazo" señaló que esta águila negra y pacífica hace las veces del servicio de baja policía (hoy limpieza pública) que deberían brindar los municipios.
Urgando en la historia, encontramos que la cultura Virú fue llamada también Gallinazo, y se desarrolló entre Jequetepeque, La Leche, Santa, Nepeña, Casma y Huarmey, en la costa norte peruana, en el período comprendido entre 200 a. C. y 350 d. C. La principal técnica decorativa de su cerámica fue el negativo o aplicación resistente de pigmento negro orgánico.
Y fueron precisamente los Mochicas que alrededor del siglo II sometieron y marcaron el fin de la cultura Gallinazo.
Según Luis Jaime Castillo Butters en su copilación del "Estilo Mochica tardio de Línea Fina", la figura del gallinazo aparece tanto en la cerámica como en los entierros.
Cuando en Chiclayo se anunciaron medidas radicales para eliminarlos, los ecologistas salieron en su defensa señalando que no podían alterar el ciclo biológico de esta especie. "Ya hemos deteriorado bastante nuestro planeta como para agregar una gota más al océano de modificaciones hechas al ecosistema desde que empezó la civilización".
En un medio de comunicación se anunció un "censo" para saber a ciencia cierta cuántos son. Y aunque la noticia pareció descabellada o tirada de los cabellos, lo real es que no hay nada sobre el particular y seguimos conviviendo con estas aves con aspecto de negro presagio.
Lo real es que los gallinazos no pueden desaparecer así por así, pues son parte de nuestro pasado, presente y con seguridad también de nuestro futuro.
En cristiano, es una ave con la que tenemos que aprender a convivir. En ese sentido, lo más razonable es tomar las medidas sanitarias y de seguridad pertinentes para proteger la salud de la población que se queja por las presencia de excrementos en los techos de sus viviendas, y por supuesto, adoptar otras para evitar un eventual accidente aéreo. Los gallinazos son tan lambayecanos como la garza blanca o el huerequeque, así que la próxima vez que veamos a un gallinazo evitemos sentir repulsión hacia esta ave que sólo cumple su función en nuestro medio y forma parte del paisaje natural de nuestro querido Chiclayo.

Comentarios

  1. Hola
    Que sensatos e inteligentes son las personas que reconocen esta labor del
    CATHARTES AURA
    Es un hermoso y desinteresado limpiador de este bello planeta regalo de nuestro CREADOR
    Si no fuera por ELLOS
    no sobreviviriamos

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  2. Así es cada quien cumple su función en la creación de Dios.

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