LOS MENDIGOS DE MI CIUDAD


Se ha hecho usual encontrar mendigos en cada esquina de nuestra ciudad. Unos tratando de dar más lástima que otros sea por su estado de desamparo o minusvalía. Si bien algunos casos son justificados porque se trata de seres humanos en estado de abandono material y espiritual, otros son inadmisibles y hasta cuestionables. El sábado último en la puerta del cine, una mujer con su hijo discapacitado físicamente sin ningún reparo bajó los pantalones de éste para que el público pudiera apreciar el gran tumor del joven localizado cerca a sus genitales. El hecho más que lástima me causó indignación y escalofríos. Me pregunté porqué una madre sana tiene que utilizar a su propio hijo para ganar algunos soles de la manera más fácil y despediadada.
Pero este caso no es el único. Al parecer la mendicidad es un buen negocio que deja recursos nada despreciables. Hace años, un hombre piadoso compró a un discapacitado un "balai" para la venta de golosinas con el propósito que éste pudiera ganarse la vida dignamente sin tener que estirar la mano en las esquinas. No obstante, tiempo después, el joven volvió a mendigar porque era más rentable que algún piadoso transeunte le regalara algunas monedas, que comprar y vender caramelos, cuyo margen de ganancia es mínimo. El joven prefirió ahorrarse la fatiga.
Recuerdo que años atrás, una mujer se ubicaba en plena avenida Balta con un niño en brazos aparentemente enfermo. La susodicha lloraba pidiendo dinero para comprarle la receta que exhibía sin reparo. Lo curioso es que pasaba el tiempo y el menor nunca crecia y las lágrimas jamás cesaban, lo que me hizo suponer que se trataba de una vil estafa y el uso por demás cuestionable de un menor con el sólo afán de ganar dinero fácil. Debería existir algún tipo de sanción para aquellas personas que utilizan a otras aprovechando su inocencia o discapacidad. Pues por cualquier lado que se le mire, se trata de la exploración del hombre por el hombre. No hay derecho a denigrar la condición humana sólo por dinero. Al parecer sobre el particular no hay nada normado en la Legislación Peruana, por ello, dichas personas actúan con impunidad.

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