EL PADRE RICARDO GUERRERO


El padre Ricardo Guerrero no es un sacerdote cualquiera. Es un cura fuera de serie. De pequeña estatura, menuda figura y cabeza cana, tiene una fuerza espiritual que puede sentirse en sus prédicas en la Iglesia San Juan María Vianney. Algunos le temen y en otros despierta una ternura especial. En sus homilías está prohibido hablar o se corre el riesgo de ser avergonzado públicamente. Tiene una singular devoción al Santísimo y a María Celestial. Reniega porque siente que los católicos no vivimos con pasión nuestra fe como lo hacen otros hermanos que pertenecen a otras religiones. Para él la Santa Misa debería durar más de una hora puesto que los católicos sólo estamos obligados asistir a la iglesia una vez por semana para compartir la consagración de la Ostia, donde según nuestra creencia Jesucristo está presente en cuerpo y alma. Recuerdo el alboroto que ocasionó en la feligresía de la parroquia Diego Ferré cuando el Obispo Jesús Moliné dispuso su rotación a San Juan María Vianney. Tal fue el descontento que hasta el máximo representante de la iglesia fue retenido por algunas horas cuando trataba de mediar para calmar los ánimos de los parroquianos. Sin embargo, el padre Guerrero con la humildad que lo caracteriza, convenció a los feligreses que era hora de partir y cumpliendo sus votos de obediencia se instaló en su nueva parroquia . En San Juan María Vianney se propuso construir el nuevo templo. Y a fuerza de pura fe, empezó a levantar los cimientos. La obra avanza de a pocos, gracias a los fondos que recaudan sus colaboradores con rifas, picaronadas, anticuchadas y kermeses. San Juan María Vianney tuvo como párroco al recordado Juan Tomis Stack y ahora a otro de su misma talla como el padre Ricardo Guerrero. Cuando el templo culmine sabremos que fue gracias a la fuerza espiritual de este sacerdote que lleva bien puesta la sotana para orgullo de la Iglesia Católica.

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