VIEJO, MI QUERIDO VIEJO
Don
Lucho Soto cumple hoy 80 años y sigue en pie como un roble, con la
misma chispa que lo caracterizó en sus años mozos. Arequipeño de
nacimiento, pero cuzqueño de corazón, lleva en su pecho al
Cienciano, equipo que llegó a campeonar en Los Libertadores. Como el
Cienciano ninguno, pese a que desde esa época no ha logrado
despuntar en el descentralizado, para él sigue siendo el papá del
balonpié nacional.
Mi
viejo es un hombre de grandes pasiones. Abrigó la ideología de don
Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del partido Aprista Peruano,
en cuya defensa no duda en dar la cara y el pecho, para justificar
hasta lo injustificable del único militante que llegó al poder en
dos oportunidades don Alan García Pérez, de quien no duda repetirá
el plato por tercera vez.
Mi
viejo es un hombre de grandes ideales. Atraído por su filosofía de
servicio, se enroló a las filas del leonismo, movimiento
internacional que tiene como postulado ayudar a los demás. Cuando
usa el chaleco amarillo y púrpura, se olvida de sus tristezas y
achaques. En el leonismo ha hecho grandes amigos que lo aprecian con
sinceridad. Cuando desempeñó el cargo más alto en el ámbito
jurisdiccional, jefe de región, puso a prueba la gratitud de sus
compañeros. Recibió un emotivo homenaje, como jamás he visto en el
leonismo regional.
Mi
viejo es un hombre de gran sabiduría, que resuelve los problemas con
sentido común e inteligencia. Durante su desempeño en el servicio
municipal se convirtió en un trabajador indispensable, porque tenía
solución para cada enredo legal o administrativo. De su paso por la
Municipalidad de San Ignacio tiene mil y una anécdota de las que
seguimos disfrutando en los almuerzos familiares.
Mi
viejo es un hombre de grandes amistades, que se fueron fortaleciendo
con el tiempo hasta convertirse en lazos familiares. Los Bartolini:
Donovan, Ricardo y Mauro, son tal vez sus hermanos entrañables con
quienes compartió alegrías y tristezas, éxitos y fracasos.
Mi
viejo es un hombre de un sólo amor. Muy joven contrajo matrimonio
con doña Magna Isabel, con quien formó su hogar a miles de
kilómetros de su terruño, lejos de los suyos. De esta unión
nacieron sus siete hijos: Luis Alberto, Felipe Luciano, María
Esfilia, Carlos Efraín, María Isabel, María Luisa y María del
Rosario. La más pequeña partió a los dos meses de edad dejando un
dolor que sólo él supo sobrellevar con entereza. Siempre nos
impulsó a seguir una carrera profesional, dándonos las armas para
enfrentar la vida. Colgó en la puerta de una de las habitaciones el
mensaje de Kahlil Gibran,Tus hijos no son tus hijos...
Mi
viejo es un hombre de raíces profundas, aunque no nació en el
Cuzco, se siente más cuzqueño que los propios, se forjó en el
colegio de los salesianos, donde escuchaba misas en latín y música
clásica. Jamás renunció al idioma Quechua, por el contrario hasta
ahora lo practica cada vez que tiene la oportunidad de retornar a su
amada tierra. La última vez lo hizo en compañía de su hermano
Dario. En el Cuzco, sus hermanos de padre, Alejandro (un abogado y periodista de
renombre) y Jaime lo aguardan siempre con cariño.
Mi
viejo es un hombre que ha quedado registrado en la historia, ha
eternizado su nombre en Wikipedia, la enciclopedia libre de la web,
donde aparece como fundador de la provincia de San Ignacio allá por
los años 1965. Cual Macondo, de Cien Años de Soledad, lo ha visto
fundarse, crecer y desarrollarse. El año pasado, junto a los otros
gestores, recibió un justo reconocimiento por su hazaña.
Mi
viejo a pesar de sus 80 años, es un hombre moderno, ha sucumbido a
los avances tecnológicos. A través de Google y Youtube, accede a
los lugares que desea. Escucha música folklórica argentina y sabe
como llegar a este blog para leer los artículos de "Ojito Ve"
que esta vez va dedicado en su honor.
Feliz
80 años, mi querido viejo. Mis hijos Bruno (para quien también eres
un padre) y Karlita, y mi esposo Carlos, rogamos al Señor que te den
muchos años de vida para seguir disfrutando de tus historias, de tus
bromas y ocurrencias. Gracias, viejo por existir.
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