REFLEXIONES ENTRE REJAS
Como
olvidar aquel 30 de setiembre del 2014, día que dejé en casa a
Karla mi menor hija de tan solo 6 años de edad, lista para ir a su
escuela, un beso de despedida y una frase que ha quedado en mi
memoria “Papi te quiero hasta Marte”… son los únicos consuelos
que hoy llevo conmigo.
Mientras
Karla crece su inocencia de niña le impide conocer que aquel hombre
a quien llama PAPÁ pasa sus días en prisión, en una fría celda,
esperando únicamente la justicia divina para recobrar su libertad y
reencontrarse con sus seres queridos.
Este
encierro me ha privado de ver crecer a mis hijos, pues han sido
varios cumpleaños, navidades, aniversarios, y otros días
especiales, de los cuales no he sido partícipe, a ello se suma, la
muerte de mi padre, a un mes de mi detención. No tuve la oportunidad
de darle el último adiós, de despedirme como Dios manda y de
acompañar a mi madre y hermanos a sobrellevar el duelo familiar.
Este
2016 será mi segundo Día del Padre, que pasaré en esta prisión,
nuevamente no tendré el saludo efusivo, amoroso y tierno de mis
hijos, tampoco el beso y los detalles de Luisa, pero gracias a Dios
aún estoy vivo, con mucha fe en superar estos momentos difíciles.
Karlita
contabiliza mi ausencia con sus cumpleaños, que recae en una fecha
especial, vísperas a Navidad 24 de diciembre, cuando las luces y los
adornos navideños inundan por todas partes, son dos cumpleaños que
no he estado con ella. Me he perdido su fiesta de promoción de
inicial, su primer día en la primaria, su muda de dientes, sus
actuaciones escolares, en fin. Con Bruno, mi hijo mayor, me perdí el
acontecimiento más importante de su vida, convertirse en padre, es
decir, me hizo abuelo y solo conozco a mi pequeña nieta Sofia por
fotografía.
Hace
algunos días Karla me envío al penal una de sus clásicas tarjetas,
hechas de su puño y letra que decía “Papá te quiero hasta Marte,
te espero en mi actuación”, a dicha frase le acompañó un dibujo
donde estamos juntos y otra de toda la familia: Luisa, Bruno, ella y
yo, al contemplar su obra maestra mi corazón se llenó de tristeza y
unas lágrimas recorrieron mis mejias, se me cruzó la loca idea de
trepar las paredes de esta prisión y correr a sus brazos, decirle
cuanto la extraño, pero vuelvo a mi realidad y eso es imposible.
Pido
perdón a mi hija. Seguro me buscará al subir al escenario y no me
encontrará entre el público que probablemente disfrutará del baile
reguetonero preparado con mucho amor. Pensará nuevamente que le
fallé como en sus cumpleaños, pero es difícil que a su corta edad
entienda lo que estoy viviendo como investigado en un caso llamado
“emblemático”. Se sentirá triste como cuando escucha en los
cielos surcar un avión y pregunta a mamá si será papá que está
de retorno de aquel largo viaje, recibiendo por respuesta: “No
princesa hay que esperar un poco más”, y refunfuñe diciendo que
ya me tardé demasiado: dos cumpleaños.
En
este día especial quisiera culminar citando el libro de Efesios,
capítulo 6, versículo 1-4 “Hijos obedezcan a sus padres ustedes
son de Cristo y eso es lo que les corresponde hacer”. El primer
mandamiento que va acompañado de una promesa es el siguiente
“obedezcan y cuiden a su padre y su madre, así les irá bien y
podrán vivir muchos años en la tierra. Y ustedes padres, no hagan
enojar a sus hijos. Más bien edúquenlos y denles enseñanzas
cristianas”.
(EXTRACTO
DEL ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO LA
INDUSTRIA DE CHICLAYO CON MOTIVO EL DÍA DEL PADRE)
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