MI DEVOCIÓN POR EL SANTO ROSARIO


Mi madrina Candelaria era conocida por sus conocimientos empíricos en la ciencia de la farmacología. Su botica "Virgen del Carmen" fue una de las primeras en la ciudad fronteriza de San Ignacio, siendo la más concurrida por el tratamiento certero que ofrecía a sus clientes. La recuerdo detrás del mostrador repasando su grueso libro que consignaba los nombres de los medicamentos con sus respectivas indicaciones. Constantemente limpiaba sus manos con alcohol para protegerse de los gérmenes. 

Pero además era conocida por su gran devoción al Santa Rosario y su irrefutable fe católica. El Rosario la acompañó a lo largo de su vida. Se levantaba antes de la 6 de la mañana y de rodillas rezaba el Santo Rosario, con las oraciones complementarias que extraía de un libro de tapa roja que desgastó de tanto usarlo, lo tuvo consigo hasta sus últimos días. 

El pueblo entero conocía de su férrea convicción católica porque cada lunes acudía al cementerio a velar a sus familiares directos y al recordado padre Juan Albacete, culminaba su visita con el rezo del Rosario en la capilla del camposanto. Encendía velas en la tumba de mi hermanita Rosario (Charito) que murió a los 2 meses de edad, de su hermana Esfilia, de su cuñado Bernardo, de los padres de éste; y de su hermano Eulogio. También repetía esta rutina en el nicho de sus padres Daniel y Griselda, y por último en el Mausoleo del sacerdote Juan Albacete. Culminaba su periplo en la capilla central donde de rodillas rezaba el Santo Rosario con las personas que se sumaban voluntaria y espontáneamente. Algunos huían con prontitud porque el rezo terminaba casi al anochecer. En tanto, los domingos acudía temprano a la iglesia del pueblo a escuchar la Santa Misa, llevaba su velo, su rosario y su libro de rezos. Desfilaba presurosa por la Av. San Ignacio para llegar aquel encuentro sagrado con el Señor en la Santa Eucaristía.

Mi madre, sobrina por línea materna, heredó aquella devoción por el Santo Rosario, muchas veces coincidían los lunes en el cementerio y juntas rezaban al unísono. Hoy en día, mi madre tiene un altar en casa, enciende sus velas misioneras y reza diariamente los misterios que corresponden según el día. Nada ni nadie interrumpe aquel encuentro de oración con la Virgen María como intercesora de Dios padre y Dios hijo. 

Cuando murió mi hermano mayor, Luis Alberto, la acompañé en varias jornadas de oración pidiendo insistentemente por su descanso eterno. Sólo el Rosario nos ayudó a mitigar y asimilar la pena que nos generó su repentina partida. Mi madre ora de manera incesante, y acude puntualmente al oficio de la Santa Misa, los domingo y días de guardar. 

Yo empecé a seguir aquella tradición de la madrina Candelaria y mi madre Magna por que el Santo Rosario me fortalece espiritualmente. Carlos y yo, lo rezábamos los domingos en su reclusión. La reflexión de los misterios gozosos, gloriosos, luminosos y dolorosos te remontan como un túnel del tiempo a revivir el nacimiento, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. No se trata de repetir por repetir, como autómatas las oraciones. Se trata de meditar cada episodio de la vida de Jesucristo mientras repites el Avemaría.

El Santo Rosario es una de las armas más poderosas de los católicos y fue la misma Virgen la que nos pidió rezarlo en su aparición en Fátima, Portugal. Te animas hacerlo. Empieza ahora: Creo en Dios padre todopoderoso....




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