UN DESMONTE MÁS EN LA CIUDAD DE LA FURIA


 

Camino a mi trabajo me topé con una cuadrilla de obreros de la Comisión de Regantes que limpiaban la acequia Pulén a la altura de la urbanización El Ingeniero I etapa. La vereda por la cual transitaba se vio interrumpida por la colocación de sedimento extraído del canal de regadío, teniendo que sortear el obstáculo para continuar mi camino. La rutina se repitió por varios días. Cuando la labor de los obreros culminó el montículo continuó obstruyendo el paso peatonal.

Han transcurrido más de dos meses o tal vez tres y el desmonte continúa en el mismo lugar paradójicamente agrandándose con la basura y otros cúmulos que malos ciudadanos echan en el lugar.

Cayó la lluvia y creció la maleza aumentando de volumen y cambiando de color, de negro oscuro a verde pasto. Cada vez que transito por la vereda me topo con el mismo “obstáculo”.

Hice la denuncia periodística en un diario local. La nota fue publicada con foto incluida. No obstante, nadie se sintió aludido, nadie respondió, y en consecuencia, nadie erradicó el desmonte que se va sumando a los ya existentes como una raya más al tigre.

Sin duda Chiclayo volvió a ser tierra de nadie con basura, huecos, desmontes y desagües colapsados.

En el ámbito legal, se dice que el derecho de una persona termina cuando empieza el derecho de la otra. Es decir, en este caso, el derecho de los hombres de campo a tener agua para sus cultivos gracias a la limpieza de la acequia, terminó cuando se afectó mi derecho a usar una vereda de uso peatonal.

No se trata de querer ponerme moños en una ciudad donde impera el caos, sino de respetarnos los unos a los otros. Si los obreros de la Comisión de Regantes hubieran hecho bien su trabajo evitando colocar el desmonte en la vía de uso peatonal y los responsables de recoger el desperdicio lo hubiera hecho en su oportunidad y con la diligencia exigida, no existiría un desmonte creciendo, echando raíces y afeando el panorama citadino; no habría escrito estas líneas, ni mucho menos ustedes estuvieran leyendo esta crónica. Los chiclayanos merecemos vivir en una ciudad digna, ordenada, limpia, sostenible y ecológica.

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